Cuando el sol mancha de sombra tus paredes y azota las ventanas con rayos de lluvia, la sal precipita en tu mirada:
dos charcos jugando a ser abismos, o dos pozos casi sin agua con el cielo en el fondo.
Vista fija de oscuridad al mediodía.
Cuando el viento distrae las siluetas de tu cabeza y abre paso a las corrientes heridas,
se impacienta la distancia del cuerpo y su peso,
cae,
se arruina
en nombres
impronunciables.
que se vuelven avispas en el tiempo,
evaporados en nubes que desaparecen
apenas friccionando un pedazo de carne.
Porque lo que nos toca es, a veces, un espectro,
un hilo de saliva que pende del grito nunca emitido.
Gravedad
Aviento mi nombre por la ventana.
Náufrago en el viento
se enreda en las cuerdas,
en el cabello de una sombra.
Acaricia el cemento,
suelas, ramas
y pupilas.
No es la voz con alas,
es la máquina sorda del mundo.
Gravedad
lámpara de mi pecho.
Aviento mi nombre por la ventana
y no vuela.
La mujer avestruz
Inundo manos violetas
que juegan a no encontrar la salida
en este cuerpo laberinto.
Avestruz me clavo en los hoyos negros
del cerebro y me pierdo en el tiempo
de lugares no escogidos.
Salvé a más de un jardín en época de sequía,
pero no pude salvar mi isla de la marea.
Ahora un campo de silencios se ahoga
en los corales de la memoria invertebrada.
Me miro sin ser otra, siempre la misma,
en las nubes espejo.
Y sin embargo, esas manos no me pertenecen,
pero no puedo deshacerme de ellas,
arrancaron las plumas del pájaro infancia
para estropear su vuelo.
Recargo mis pestañas sobre humos pesados
de insomnios y me desmayo
en sueños despiertos de sus dedos sobre mi cuerpo.
Una luz recoge el viento de mis huesos
y mis largas piernas se escapan
a días blancos.
Mujer avestruz levanto el cuello
con lombrices en la boca,
reconstruyo el laberinto
y busco mi propia salida.
Instante vértigo
Se levanta el mar
equilibrio entre el viento y gravedad.
Venados blancos
al borde del instante,
ascensión ilusoria al infinito.
Tiempo
Asfixia del impacto.
Galopan ingenuos
el espiral de nada.
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