En la oficina, ella no deja de roncar. La lista de contratos que tengo que actualizar no ha bajado.
Estoy cansada. Me levanto, estiro los brazos, las piernas, bostezo. Regreso al trabajo, mi jefa confía en mí, dice que soy la mejor de la oficina, dice que los hombres no pueden con tanta responsabilidad. Debo apresurarme.
Pasa una hora, ya no soporto el dolor del cuello, la espalda, las nalgas. Mis ojos se cierran, me cuesta mantenerlos abiertos. Intento pararme, pero no puedo. Veo la cara de mi jefa, está babeando. Ya son las tres de la mañana.
Extraño a Chiqui, espero que Pepe lo haya dejado dormir adentro porque está lloviendo, extraño mi cama.
Me recargo sobre el escritorio y pienso, ¿Qué hago aquí? ¿Por qué me di por vencida cuando no les gustó mi cuento a los de la tertulia? ¿Por qué les creí cuando dijeron que la escritura no era para mí? Lloro. Mi jefa se acomoda, rápido limpio mis lágrimas.
Saco mi libreta de apuntes, esa que traigo para anotar aquellas ideas que pueden convertirse en una novela o un cuento, la hojeo, pienso, si tan solo tuviera tiempo de escribir.
Miro hacia otro lado y veo los folders apilados. Miro de nuevo la libreta, repaso las anotaciones que he hecho, no entiendo nada, todo se ve borroso. Trato de enfocar la mirada para comprender lo que dice, pero no lo logro. Limpio los lentes con la blusa, se ensucian más. Cae un relámpago cerca y la luz se va en toda la zona.
De pronto las letras de mi libreta comienzan a salirse de las hojas, son pequeñas e iluminadas, forman una fila. Llegan a mis uñas, dedos, manos y se dispersan por todo mi cuerpo. Han llegado a mi cara. Siento pellizquitos por donde pasan. Me levanto, comienzo a sacudírmelas, caen al suelo y vuelven a subirse por mis zapatillas. Ahora se mueven de un lado a otro, están bailando, escucho música, la, la, lara, la, la, la. La, la, lara, la. La, la, la lara la, la, la. Lara, la, la, la, la. Su baile es hermoso.
Me siento en el piso, las letritas corren, no quieren que las aplaste, sonrío. No entiendo por qué han tomado la oficina como su escenario, siguen bailando con la música de fondo.
Intento tocar una letrita, mi reloj se ilumina, son las cuatro de la mañana, recuerdo los folders y a mi jefa. Necesito volver a trabajar. La música comienza a escucharse más fuerte, cubro mis orejas. Las letras invaden toda la habitación, ahora son más grandes, comienzan a formar palabras y luego frases.
Leo: Descansa tu mente, sé amable con tu cuerpo. Las letras desaparecen. La luz regresa.
Vuelvo al trabajo. Mi jefa se despierta y pregunta, ¿ya acabamos?
Me levanto. Tomo mis cosas y salgo de la oficina.