Hace ya un mes me convertí en mamá primeriza, un mes sin dormir bien, de comer a prisa, bañarme en un tiempos récord, no dormir más de dos horas en la noche, sin peinarme, de que toda mi ropa termine llena de leche, sin poder besar por más de dos minutos a mi esposo.
Un mes en el que ponerme calcetas y tenis ha sido un logro, de darme cuenta que existe una persona por quien estoy replanteando mi persona, la construcción que tengo como mujer, profesionista, feminista, activista. Además, me he dado cuenta de lo importante que es la reconstrucción de mis relaciones en lo colectivo, es decir con familia, amigxs, pareja, trabajo, etcétera.
En el proceso de maternidad ya estoy próxima a cumplir un año. Al inicio de este camino, es decir cuando empezaron los nueve meses de gestación, a lo que más temía era a la violencia obstétrica, por lo cual me di la tarea de buscar una ginecóloga aliada, con quien pudiera tener un parto humanizado. Me costó casi cuatro meses encontrar a una doctora con quien me sintiera cómoda. Su acompañamiento ha sido una de los grandes aciertos en este proceso puesto que ella ha sido una de las mujeres que me ha guiado de forma sorora.
A un mes de que Gigi está conmigo, me doy cuenta de que los malos tratos por parte del sector salud eran solo la punta del iceberg de una serie malas actitudes, malas caras, comentarios hirientes, consejos pasivo-agresivos por parte de desconocidos y conocidos.
Si bien me sentía preparada en el tema del embarazo y la maternidad por todo lo que había leído, (DIT, lactancia materna, crianza positiva, consecuencias en vez de castigos, depresión posparto, música y estimulación, etcétera), la realidad no tardó en llegar y la desmitificación romántica de la maternidad me cayó como balde de agua fría.
En la segunda semana de tener a Gigi en casa me encontré llorando con los pezones sangrando, escuchando cosas como: “No tienes suficiente leche”, “tu pezón es demasiado grande”, “tu bebé llora de hambre y no tienes leche”, “pon duros tus brazos”, “ahora lo que tú sientes no importa”, “así es la maternidad”, “acostúmbrate que así será tu vida de ahora en adelante”.
Tengo que decir que la mayoría de estos comentarios venían de mujeres adultas con experiencia en la maternidad. Fue ahí donde me di cuenta que además del machismo que me culpabilizaba y me responsabilizaba de todo lo referente a la bebé (como si mi esposo estuviera exento de cualquier labor), la maternidad estaba rodeada de esa aura adultocentrista que por ser mamá joven me repetía “lo que tú sabes no cuenta”.
Recuerdo que también en la segunda semana visité a la ginecóloga para quitarme los puntos y me dijo, como si leyera mi mente: “¿Cómo vas? ¿cómo va la lactancia?”. Casi empiezo a llorar, le conté del problema que tenía a lo que me contestó: “a todas las mujeres que han iniciado el proceso de maternidad les pasa, no es tu culpa, estás aprendiendo y Gigi está aprendiendo contigo. Estoy segura de que le estás echando muchas ganas”.

Por primera vez alguien reconocía mi esfuerzo primerizo y me daba un apapacho sororo que recargó mis pilas y me llenó de calma el corazón, no era el monstruo de madre que comenzaba a creer que era.
“Escríbeme si necesitas algo, a veces a las mamás o las abuelas ya se les ha olvidado un poco esa sensación de ser mamás primerizas, aunque sea a la distancia puedo escucharte”, me dijo en la tercera semana una clienta (quien por cierto vive en la CDMX) y con quien mi relación no ha sido más que de correos, mensajes de WhatsApp y alguna que otra llamada por Skype.
Creo que fue en ese momento en el que que caí en cuenta y recordé algo que determiné desde que supe que Gigi llegaría a mi vida: MI MATERNIDAD SERÍA DISIDENTE. Dentro de lo mucho que implica construir nuevas formas (de educación, relaciones de convivencia, límites, libertades) también se encuentra el reconocer que existen y han existido otras formas de maternidad.
Entre ellas esa con la que crecieron las mujeres como nuestras abuelas y madres, esa maternidad que está llena de sabiduría sobre la naturaleza y la maternidad, pero que está construida a partir de poder, machismo y roles de género.
Además, a diferencia de las nuevas maternidades, en la maternidad tradicional jamás se cuestionaba la posibilidad de elegir el ser o no ser madre. La fuerza del poder elegir es lo que este nuevo camino me ha enseñado, el aprender a escuchar y tomar un consejo, y a solo oír sin tomar todos aquellos comentarios que lastiman, minimizan o cuestionan mi maternidad.
Poco a poco todo va mejorando
En este momento me encuentro muy agradecida con la mujeres que siendo madres, me han dicho “a todas nos pasó igual”, “no tengas miedo”, “pasará”, “disfruta a Gigi”. A las que no son mamás, pero que se han dado el tiempo de escucharme, de preguntar cómo está Gigi y cómo estoy yo, quienes me envían mensajes o memes que me dan cinco minutos de despejar mi mente. A las mujeres que me han dicho “yo veo a Gigi un ratito, come tranquila”, “yo abrazo a bebé báñate”, “duerme un ratito yo estoy al pendiente de Gigi”, y a las mujeres que me han llenado de amor y que me dan ánimos y palabras de aliento.
Si me preguntaran ¿la maternidad es difícil?, respondería sin dudar un firme SÍ. Todo lo que está alrededor de la crianza de un bebé es complejo: la falta de acompañamiento sororo, la sociedad que romantiza el trabajo (no remunerado) que implica ser madre y que lo simplifica en el arquetipo de mujer abnegada que encuentra su realización en el criar. Y además hace muy compleja una decisión que debería ser muy simple, el poder elegir el ser o no madres.

En mi caso, mi maternidad fue decidida y encuentro en ello lo más bello de mi camino junto a Gigi. Esto a su vez es lo que me da la fortaleza para seguir intentando generar nuevas formas de maternidad, crianza y relaciones basadas en la rebeldía que implican la alegría, el amor y el apoyo mutuo.
Así que si tú eres madre primeriza, TRANQUILA, no estás sola, somos muchas aprendiendo, así que confía en ti y en tu bebé y te seguro que todo poco a poco irá mejorando.
“Desmitificación romántica de la maternidad” es una manera brillante de decirlo. Me parece muy acertado. Yo no soy mamá, pero viví muy de cerca la maternidad de una familiar y cambió por completo mi concepto de ser madre primeriza. Ahora las mamás se me hacen muy valientes. Hace poco bromeaba con alguien de que en un baby shower sólo te sugieren dormir mucho y te dan tips contra las rozaduras, pero nadie te “advierte” las partes duras de ser madre de un
recién nacido, como amamantar. Gracias por compartir!