
Alejandra
cuando era niña
también se me morían las flores en las manos
Y a veces el celeste de las auras
Y a veces, también
los secretos de la sangre
Jugar con el aire me erguía los pétalos,
porque versarme a solas
le afilaba los cuernos a las bestias.
Morir parecía un mito
Lo que se cuenta a sordos
para atenuar el ruido del silencio
¿Para qué?
¿Para qué este paso lento y amotinado de sombras
y verdades?
De sombras de verdades
Las alas me atravesaban el dorso
El vaivén horrendo de elegir sí, o elegir no
O no elegir nada
A los indecisos los escupe la tierra
Mi alma
danzaba sola
¡Mi pobre alma arrítmica!
Nunca supo acompasar su cuerpo
al ritmo legítimo de todas las cosas.
Las palabras que son legales.
Los pensamientos que son limpios.
El abrazo tibio de la duda.
La tarde ocre palidecía
dentro y fuera de mi casa
larvaria
Nací veneno
A los 6
ya se me caían los pétalos
De nada
De habitar el hastío
emulando átomos.
Alejandra, mi niñez
fue la hora perpetua del vacío no vacío
Y mi voz
el cerrojo permanente de la palabra
El exterminio de todo
cuanto no se nombra
La bestia adherida a mi carne,
tenía mi rostro
Debajo el rostro ignoto de nadie
De Lucifer
De Judas
De Caín.
Pienso que a ti, como a mí,
nos parieron marchitas.