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Nuestro Edén: un adiós a Amparo Dávila

Nuestro Edén: un adiós a Amparo Dávila

Imagen de la escritora mexicana Amparo Dávila

Sentada junto a la bugambilia del patio de mamá, leo en Facebook que Amparo Dávila se ha ido, una mujer de más de 90 años de edad que continuaba escribiendo, la última sobreviviente de la Generación de medio siglo.

Mis pensamientos me trasportan un año atrás, cuando me invitaron al Festival Zacatecas del Folclor Internacional, me sentí en tierras mágicas, rodeada de cantera rosa, de arquitectura colonial, pensé que este era el lugar donde Amparo nació, aunque muy al sureste de la capital, en Pinos, pueblo minero en la frontera con San Luis Potosí. En esta ciudad realizó sus primeras letras, para después, como muchas otras, viajar a la ciudad de México a continuar con sus estudios universitarios. 

Era 2007, cuando cursaba la preparatoria en Azcapotzalco, Ciudad de México, una tarde, el profesor de química no se presentó a la clase, recordé entonces que debía sacar un libro de la biblioteca, vagando entre los estantes, llegué al área de Literatura, y descubrí a Amparo Dávila.

Tomé entre mis manos el único ejemplar de Tiempo Destrozado, le eché un vistazo,  y pedí al bibliotecario un préstamo a casa, esa noche lo comencé a leer mientras me dirigía rumbo a metro Cuatro caminos, su lectura me cautivó profundamente, y empataba muy bien con las charlas extensas que sostenía, en aquellos tiempos, con Marco A. García, mi profesor de Literatura quien tenía un gusto particular por los temas fantásticos, por la literatura de terror, lo que en sus palabras era: lo inimaginablemente posible.  

Seducida por las letras de Amparo, comencé a escribir, en secreto, un cuento al que titulé: El Medallón, un ejercicio escritural, que se convirtió en un reto, pasaba las tardes de los sábados dando vida a los personajes, creando la secuencia perfecta para que el alma de Melina, mujer de 23 años y que encarnaba el papel principal, quedara atrapada en ese medallón. El cuento fue fuertemente influenciado por Amparo, y aunque nunca vio la luz, lo conservo aún entre mis más grandes tesoros. Ese fue el primer escrito con el que ya nunca deje de escribir/me. 

La obra de Amparo Dávila no tuvo una amplia recepción, fue recién a mediados del siglo XX y comienzos del XXI, que su obra fue revalorada, dándole un lugar dentro de la narrativa mexicana. El universo creativo de Amparo nos permite identificar figuras femeninas que exhiben la presión social a la que las mujeres hemos estado sometidas históricamente, destacando la exigencia de la maternidad, y el control sexual.

La narrativa de Amparo Dávila coloca a las mujeres en la frontera de sus emociones, mujeres que se aferran a su sufrimiento como último acompañante, mujeres que descubren una grieta por la que se cuelan los horrores que las llevan a la aniquilación, sus letras constituyen una fuerte crítica a la sociedad que se ha empeñado en destruir y confinar al ámbito de lo privado a las mujeres.

Su obra engloba también, una crítica a la sexualidad, que aparece en escenarios clandestinos, que llevan a sus personajes a la neurosis, sus relatos se desarrollan en atmósferas poco amables, mujeres que situadas en lo doméstico se hayan exhaustas de sus labores. Amparo desarrolló una estética del horror, una poética del sufrimiento, se abrió paso en una escena dominada por hombres y hoy por hoy es un icono en la narrativa mexicana. 

Bajo la bugambilia se filtran los rayos del sol, y pienso que te fuiste en primavera, rodeada de jacarandas, con un sol iluminando tu camino, y aquí, nos quedamos nosotras, plantando flores sobre tus letras, que se convertirán en nuestro Edén.

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