¡Me encuentro parada en la cima de esta montaña que lo ve todo!
Ve al sol pasar…
A la lluvia llegar…
Al viento venir…
Al agua limpiar…
A la tierra existir…
Al fuego calentar…
Y al pueblo vivir.
Pasan horas, días, meses, y poco a poco siento como me vuelvo parte de ella, parte de esta montaña que me sostiene y me cuida.
La montaña siente el dolor de la tierra, la impureza del agua, lo quieto del viento y lo arrasador del fuego. Me comparte su conocimiento al momento en que se vuelve parte de mí y yo de ella.
El pueblo que vive, mi pueblo perdido en una nostalgia olvidada, está muriendo lentamente.
El sol se vuelve ardiente por el dolor de la gente, la luna llora estrellas para que la gente despierte; pero nadie ve nada, se han vendado los ojos con odio o quedaron atrapados en la neblina de la ignorancia.
Yo. Ahora montaña, desde lo más alto, veo todo.
Regreso a mi pueblo con el conocimiento que los dejará sentir la luz que los hará ver de nuevo.
¡Mi pueblo ya no será ciego!