Hace unos días platicaba con un par de amigas sobre nuestra educación sexual como mujeres. La verdad es que si asististe a una escuela pública probablemente tuviste una sesión de unos 30 minutos donde te explicaban qué era un condón, te mostraban fotos para traumarte de cómo se ve la gonorrea y te decían que lo mejor era esperar hasta el matrimonio para tener sexo (sí, estos eran ya los 90).
Durante el inicio de mi adolescencia el sexo todavía se veía como algo nebuloso, que no podía definir bien. Me imaginaba que te quitabas la ropa y te abrazabas con la otra persona y dabas vueltas (o algo así) mientras te besabas. La verdad no entendía por qué era un asunto al que tanta gente le daba importancia, especialmente mis compañeros de secundaria quienes ya mostraban una fijación por tener novias (aunque teníamos 13 años).
También había una cuestión de temor y de miedo que rodeaba al sexo. Desde cierta edad una se entera de que existe “la violación” y que te puede suceder, no sabes exactamente cómo pero sabes que es una de las cosas más horribles que puede pasarte. Como muchas niñas mexicanas también vi telenovelas y en algunas se insinuaba el tema del abuso sexual.
Pero la imagen más fija que tengo en mi memoria es una de las escenas del intro de los 90 de Mujer… casos de la vida real. Suena chistoso, pero recuerdo cuando era niña haber sentido angustia de ver a esa mujer corriendo con zapatillas en la oscuridad (¿será por eso que tengo un trauma con usar zapatillas?) mientras un tipo con cara de pervertido la persigue.



A partir de esto y de otras películas y series uno se imagina que si te violan es porque de seguro andas sola en la noche, que si te quedas encerrada en tu casa seguro no te pasa nada. En mi caso tuve la fortuna de no sufrir ningún tipo de abuso en mi hogar. Pero desde que me he interesado en el feminismo he visto estadísticas perturbadoras, la mayoría de abusos sexuales ocurren dentro del hogar y muchas veces son los familiares, que pueden ser desde padres, padrastros y tíos, los que cometen estos crímenes.
En este momento no tocaré ese tema que merece una discusión seria dentro de otro texto. Ahora quiero hablar de algo que escuché poco o no lo suficiente para tenerlo en cuenta en mi propia vida: el consentimiento. Mi primera experiencia sexual fue con mi novio por lo que durante casi seis años tuve experiencias sexuales monogámicas donde había amor y confianza.
Esto creía yo, pero ahora a la distancia me doy cuenta de que como pareja hacíamos cosas que eran incorrectas. Para nosotros como pareja no existía el decirnos que “no”, si él quería y yo no tenía ganas, yo sentía que era mi responsabilidad acceder al sexo, aunque estuviera medio cansada o desganada. Lo mismo para él, a veces yo quería y él no estaba tan seguro, pero estábamos convencidos de que esa era la manera de actuar. Si estás en una relación de pareja no puedes decir que no.
Ahora veo esto y me parece preocupante que no sepamos ni mujeres ni hombres que aún cuando tenemos novios o esposos tenemos derecho a decidir y decir que no. Incluso si uno fuera al MP a levantar una denuncia de violación “por el esposo”, seguro ni te harían caso. Así es el nivel de machismo al que nos enfrentamos.
Dos experiencias que cambiaron mi forma de entender el sexo
Eventualmente mi relación de muchos años terminó y estaba confundida y dolida. En esas épocas empecé a salir mucho con un amigo mío, íbamos al cine, salíamos a pasear, pero él sabía que yo acababa de terminar una relación larga y que no estaba buscando nada. Realmente creí que teníamos una amistad honesta, de compas. Pero un día me invitó al clásico Netflix & Chill en su casa. Una parte de mí pensó como “seguro este amigo quiere algo más”, pero otra parte asumió que teníamos una amistad verdadera así que fui a su casa.
Me senté lo más lejos posible de él como para que no se malinterpretara que estaba pensando en tener algo físico. Literal acabamos de ver la película y todo bien, en eso me acercó a él y empezó a abrazarme. En este momento una parte de mí se sintió triste, chale, realmente había pensado que este bato me veía como su amiga. Por un lado no tenía ganas de tener sexo, por otro no quería “hacerlo sentir mal”. La cosa empezó a subir de tono y eventualmente ya estábamos teniendo relaciones.
No fue una experiencia traumática, él no me forzó en ningún momento. Pero reconozco que yo no tenía ganas, que yo no quería, y sin embargo yo no sentía que pudiera decirle que “no”. Porque era mi amigo, porque sí lo quería como compas, hasta en algún punto pensé que era “algo natural” de hacer con los amigos después de que te enfrentas a una ruptura e incluso me eché la culpa al decirme para qué accedí a ir sola a su casa. En fin, el punto es que después de eso ya no quise salir con él y nos distanciamos. Fue el final de una amistad y ahora me pregunto por qué como mujeres muchas veces no podemos decir que NO. De manera clara, de manera contundente, que no quepa la duda de que realmente no queremos.
Por supuesto creo que tiene que ver con una cosa de educación, de miedo y de poder. Si los hombres son incapaces de entender el rechazo, si se ponen violentos cuando alguien no los pela, quisiera observar qué haría un hombre que cuando esté a punto de tener sexo contigo le digas que no. No lo sé, y no lo sé porque he preferido no decir que no, aunque realmente no me sintiera con deseos de tener sexo.
Va una última vez. De nuevo tenía un amigo muy querido, él acababa de terminar con su novia y como buena amiga le dije que fuéramos por unos tragos para que calmara su dolor. Lo normal, bebimos, él estaba muy mal, repasando en su mente cómo había fallado o por qué habían terminado. Yo estaba tratando de consolarlo, diciendo las típicas frases cliché. La verdad me sentía mal por él.
Estábamos ligeramente ebrios pero no lo suficiente para ser irracionales. Le dije que iba a pedir mi Uber y me dijo que no, que por favor lo acompañara a su casa, que se sentía muy mal. Pensé en mi experiencia anterior y dije “no, esto no me vuelve a pasar”. Le volví a decir que no podía que tenía cosas que acabar del trabajo. Me dijo que “por favor por favor por favor” no quería estar solo.
Insistí por tercera vez diciéndole que de verdad estaba cansada y que no tenía ganas de irme temprano de su casa a la mía. Me dijo de nuevo “anda por favor quédate conmigo por favor eres mi amiga no quiero estar solo”. Bueno, de nuevo una parte de mí se sintió mal y lo acompañé a su casa. En el Uber todo bien, en su casa todo bien. De hecho me dijo que yo me quedara en la cama y él se iría al sillón.
Por fin mi corazón estaba tranquilo, este amigo sí era un verdadero amigo y no como el compa anterior que solo estaba buscando sexo. Pero oh sorpresa, como a las dos de la mañana el amigo se paró y se fue a acostar junto a mí. Me abrazó. Yo me quedé quieta. Luego me empezó a besar y también me quedé quieta. Eventualmente estábamos teniendo sexo y la mayor parte de ese tiempo yo había estado quieta. No expresé en ningún momento que no quería, pero tampoco es como que se hubiera visto que sí tenía ganas.
Este tipo de experiencias me han sucedido al menos dos o tres veces más. Al parecer los hombres tienen esa idea casi casi de que “el que calla otorga”. De nuevo hago énfasis en que en ninguna de estas situaciones hubo violencia física, no estaba en un callejón sola en la noche con un desconocido.
Pienso que es una línea delgada pero que debería ser muy obvia. Las veces que he deseado a alguien y que he tenido sexo con esa persona, puedes ver los movimientos del cuerpo, las ganas de quitarse la ropa, los besos, la manera en que nos expresamos es totalmente diferente a la de alguien que solo se queda quieto, de una manera pasiva. ¿No debería ser esa pasividad una alarma o una señal de que la otra persona no está cómoda con la situación?
Creo que es algo que nos han enseñado, que no podemos negarnos. En esas ocasiones tenía miedo de “verme grosera” o de decirles a mis amigos: “¡¡¡No quiero tener sexo contigo!!!”. A lo mejor me hubieran dicho algo así como “pero quién quiere tener sexo contigo, loca”.
Tenía miedo de arruinar esa amistad, que de alguna manera se arruinó porque no sé si ellos se preguntaron si yo quería tener sexo con ellos o si solo lo asumieron. El primero lo inició, aunque sabía que no tenía ganas por haber terminado una relación larga. Al segundo ya le había expresado que no quería ir a su casa. A lo mejor en sus mentes el hecho de que yo no los haya quitado de encima significó un claro y permisivo SÍ.
Creo que tiene que ver con una cuestión de educación, que realmente no enseñamos que debemos poner límites y enseñar a los hombres que deben reconocerlos. Las historias pueden ser como la mía, que por ser introvertida y muchas veces incapaz de decir lo que pienso, accedí a algo que no quería. Pero también están las historias de mujeres que diciendo un claro y contundente “NO”, fueron violentadas. Y por supuesto, también hay las historias de mujeres que por haber estado tomadas o bajo los efectos de drogas tampoco pudieron expresar que no querían.
Tener sexo con alguien que está alcoholizado o no racional también es parte de no respetar el consenso y en ese sentido es abuso sexual. ¿Por qué no nos explican eso en nuestras clases de educación sexual? ¿Por qué seguimos creyendo que si alguien es nuestra pareja no puede negarse a un contacto físico? En fin, hay muchas cosas que ahora me pregunto y que creo que son necesarias. Les cuento mi historia para que no se sientan mal por decir que no. Por no hacer “enojar o sentir mal” a alguien. También espero que si un hombre lee esto aprenda a ser lo suficientemente sensible para leer las señales de alguien que tal vez no te está empujando, pero que tampoco te está diciendo “adelante”.
De hecho, hace algunos años cuando ocurrió el #MeToo en Hollywood y acusaron de abuso sexual al actor Aziz Ansari, se armó una polémica de si realmente había abusado a Grace (el nombre que escogió la autora del artículo). Después de leer su texto comprendí lo que esa chica estaba diciendo. Ella mostró diversas señales, algunas muy obvias, verbales y no verbales de que no estaba cómoda. Pero el actor las ignoró todas, pensando solamente en su propio placer.
En mis 30 años he encontrado toda clase de ideas erróneas y peligrosas respecto al sexo. Como un tipo que me dijo que si “te viola” un hombre guapo no cuenta como violación. Otro amigo también me contó que una vez le dijo a su novia que no quería tener sexo y ella lo acusó de haberle sido infiel porque “¿qué hombre no quiere tener sexo?”. He oído de personas que a estas alturas creen que el método del ritmo es eficaz y en mi vida me he encontrado con hombres que me preguntan si “pueden quitarse el condón” o los más irresponsables incluso “si se pueden venir adentro”. Pero estas prácticas están normalizadas y no las cuestionamos como deberíamos.
También conozco a muchos hombres que se jactan de haber tenido sexo cuando solo tenían 11 años, porque la “masculinidad” nos dice que entre más pronto tenga sexo alguien “más hombre” va a ser. Cuando en realidad esto debería ser considerado como lo que es: abuso sexual infantil. En fin, hay muchos temas que debemos tocar y hablar aún sobre qué es el sexo, cuáles son sus límites y la manera de practicarlo de manera segura para que sea una experiencia gratificante para mujeres y hombres.