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Saisen

Saisen

Despierto y sin explicación 

recuerdo todas las veces que los chicos me llamaron 

perr

y cuando escucho esa palabra todavía me bulle la sangre en las encías 

como llagas abiertas 

que escupen unas ganas malditas de esconderme 

o echarme a correr 

¿eso es lo que queda de las bestias, 

su furia? 

La primera vez que me llamaron así fue cuando tenía diez años y Jorge me levantó la falda 

sólo porque me atravesé a medio partido de fut en el recreo y me sentí casi tan torpe como 

cuando se me cayó mi helado de fresas con crema 

o como cuando perdí el lápiz que me dió mi mamá 

Y todos los niños enojadísimos se arremolinan a mi alrededor 

sólo puedo temblar y no paro de decir 

perdó

perdó

perdó

Mira, pinche niña prieta 

(me dice Jorge) 

¿por qué te atraviesas 

qué no ves que estamos jugando? 

perdó

perdó

pe

pe

pe 

perdó

(Todo el mundo se ríe 

y yo estoy a punto de llorar) 

Ay, no te asustes 

estoy jugando 

¿verdad, muchachos? 

Nomás fijate la próxima vez 

Como puedo me doy la vuelta 

Jorge me levanta la falda 

dejando descubierto a mi pozo sin fondo 

tratando de revelar el misterio, 

la capilla 

donde unos años después 

imploraría por incarse a rezar y calmar su sed 

aunque ahora todo lo que puede hacer es reírse. 

¿Qué lloras 

si bien que te gusta? 

Perra. 

Todo el mundo corea 

PERRA PERRA

PERRA 

Sí que los mordería 

y sí que traía un marco de espuma adornándome los labios 

pero se me entumió todo 

PERRA PERRA

PERRA 

hijos de la chingada 

me encantaría echármeles encima 

pero antes alguien me dijo que no podía hacer eso 

y ahora mis mejillas humean 

hasta que llega una maestra 

que me saca del centro del círculo 

nomás para llevarme a la dirección 

junto con Jorge. 

Ahí me hacen volver a contarlo todo, 

yo sólo puedo ver el reloj cucú que cuelga de la pared de la directora 

Trato de imaginarme cómo cantaría esa ave si existiera 

pero sólo puedo sentir que sería ridículo 

o igual de barato que las plumas fucsias de Fantasías Miguel y diamantina que se despega 

cada vez que el ventilador apunta a su lugar 

con las que está hecho. 

¿Yo también 

soy una 

perra barata

Digo, mis aretes también son de Fantasías Miguel

No escucho lo que está diciendo la Directora y no me interesa 

pero a los cinco minutos nos dejan ir. 

Entramos al salón y ninguno de los chicos puede mirarme. 

Paso frente a ellos y agachan la cabeza y eso me recuerda a la imagen que tiene mi abuelita 

en el recibidor; 

porque así le agacha Juan Diego la cabeza a la Virgen María 

entonces 

¿estos niños llevarán también a sus casas 

este día 

el retrato de mi cara aterrorizada en sus loncheras? 

Al día siguiente 

Jorge llega con un moretón enorme alrededor del ojo, 

no estoy alegre 

pero al menos sé que siente tanta vergüenza como yo 

que traigo el pantalón del uniforme de deportes 

en un día que no tenemos Educación Física. 

Bueno, 

no tiene ayate 

ni es mi retrato 

pero seguro con esa madriza todavía se acuerda de mi nombre 

como yo del suyo. 

Sus palabras salieron de muchas otras bocas 

años más tarde 

cuando perdí mi virginidad 

¿Qué lloras 

si bien que te gusta? 

Perr

O cuando mi primer novio me agarró a la fuerza 

¿Qué lloras 

si bien que te gusta? 

Perr

O cuando mi último exnovio me agarró a la fuerza 

¿Qué lloras 

si bien que te gusta? 

Perra 

Suerte tienen de que no sea yo una perra, 

y más afortunados todavía 

que pasé toda una vida desconociendo mis colmillos 

conteniendo el potencial de la mordidas 

porque les hubiera arrancado los dedos 

como me arrancaron a mi la paciencia 

o las ganas de jugar futbol 

o de usar falda 

o de acostarme con un hombre 

algún día.

Lucía Calderas, Estado de México, (1999).

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